Sally y Conrad, diferentes como el día y la noche, han acabado con la paciencia de su madre soltera. Las travesuras de Conrad han hecho que su madre esté pensando seriamente las sugerencias de su vecino y pretendiente de enviar a su hijo a una academia militar.
Sally tiene una conducta mejor pero no tiene amigas porque ninguna soporta su carácter mandón, que la lleva a regañar sin cesar a su hermano y a hacer listas de "cosas que hay que hacer" que actualiza continuamente.
La madre trata de mantener la paz en el hogar y al mismo tiempo desarrolla con éxito una carrera en una agencia inmobiliaria dirigida por el germófobo señor Humberfloob. Pero ese día Joan tiene que organizar una fiesta para su empresa y, harta de las trastadas de Conrad, lanza un real decreto materno: Sally y Conrad no podrán salir de casa mientras ella esté en el trabajo y les queda prohibido romper algo o hacer la más mínima travesura.
Los chicos se quedan sin nada que hacer, más allá de mirar por la ventana mientras su cuidadora, la señora Kwan, dormita en el salón. Entonces es cuando llega un invitado inesperado, un genuino animal juerguista que les hace una revelación inesperada que cambiará sus vidas: Está bien divertirse pero... hay que saber cómo hacerlo. ¿Alguien quiere jugar? |
