Juliana recorre las calles de Lima, sube a los micros con su pinta extraña, parece un hombrecito. Tiene 12 años y el pelo muy corto. Trabaja con un grupo de chiquillos que, como ella, hacen lo que pueden: cantan en los micros, venden cigarrillos, cualquier cosa, no importa la hora, la noche es eterna.
A Juliana no le gustan los espejos. Ve su imagen reflejada y se ve fea, no se reconoce. Como el resto de la pandilla, no sabe quien es, tampoco si habrá un mañana, pero lucha grita y muerde si alguien intenta quitarle lo poco que tiene. |